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lunes, 20 de septiembre de 2010

Nunca nos enseñaron a despedirnos, por eso duele tanto cuando un día, alguien se nos acerca y nos dice que se irá de nuestras vidas, o bien desaparece. Y la sorpresa y el dolor se adueñan del momento y no quedan nada más que palabras ofensivas, de odio y resentimiento para con la otra persona en la mayoría de los casos. No se nos da la táctica de reaccionar bien cuando deberíamos hacerlo. Por eso, lo que se debe, nunca es lo que se hace. Generalmente, uno saca su parte más afectiva y emocional en las situaciones en que uno debe desprenderse de lo que más quiere en el mundo. No se si se trata de un tema de épocas, de personas o personalidad pero hay una realidad... las relaciones de hoy en día, han perdido ese valor hermoso que antes tenían (en su gran mayoría) creo que muchos sentimientos quedaron total o parcialmente desvalorizados. Anticuada, puede que lo sea, pero que lindo sería que la gente valorase a la persona que tiene al lado, que no espere a perderla para comprender que la necesita, que la extraña, que es alguien importante e imprediscible. No hay despedida más dolorosa que la que no tiene explicasion, aquella que llega con el fin de lastimar e irse, para jamás volver.

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